Cabaret Maldito

Cabaret Maldito
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No era claro por el video promocional qué tipo de espectáculo veríamos. Parecía una especie de antesala del infierno en donde, del elenco de pecados capitales, la lujuria destacaría en papel protagónico. Fuimos a la puesta en escena con el pretexto de un cumpleaños. Después de dos horas de absoluta incomodidad, salimos con la misma duda con la que habíamos entrado: qué tipo de espectáculo acabábamos de ver.

El show no se trata de nada. De absolutamente nada. No tiene como objetivo ninguna sensación o sentimiento. No es producto de una cosmovisión, ni de una narrativa. No tiene un planteamiento ideológico. Nada. Hagan de cuenta nuestras campañas electorales.

Sigo sin entender si era un intento de estimulación erótica, un circo o una rutina de standup. Creo que quiere ser todas y no es ninguna.

Los acróbatas son fantásticos. Lo único bueno del show, pero, como decía una amiga, es una tragedia esperando ocurrir. El lugar es ínfimo, lo cual no detuvo a los productores de atiborrarlo para que ni los meseros pudieran caminar. Así, apretados como en lata de sardina, tienes a personas volando de un lado a otro del escenario, prácticamente sobre tu cabeza. Antorchas encendidas, cuchillos voladores, patinadores de ruedas que arriesgan desnucarse en cada ejecución. Estrés máximo, pero bueno, con todo y todo, las afrentas contra la protección civil fueron lo menos grave de todo.

El guión es intrusivo. El ritmo de desarrollo del espectáculo francamente forzado. Uno llega y a los dos minutos ya está escuchando “chistes” de cómo “el diablo” piensa hacerse un té con un tampón usado. Y de ahí para arriba (¿para abajo?).

Una mujer del público es invitada al escenario a tocar los pezones, las nalgas y el pene de dos acróbatas. Otro asistente sube con su novia a declarar sobre su vida sexual, ventilando si gimen y cómo, o si les gusta el sexo anal. Las penitencias son una persona de talla pequeña fingiendo que te practica sexo oral o un travesti restregando su pene en tus nalgas. Sobra decir que ninguna de esas exhibiciones tiene sentido, lugar u objetivo.

A miembros selectos (pobrecitos) del público, se les invita a bailar en el escenario y encuerarse mientras lo hacen. El público aplaude con más vigor mientras más grotesco es el espectáculo.

Todo el concepto de la sexualidad se revela representativo de un país machista. Las mujeres gimen, los hombres cogen. La mujer es pasiva, el hombre activo. La sexualidad es una imposición, el erotismo debe ser algo repulsivo. El intento de disrupción partiendo desde el más viejo de los clichés sobre roles y permisos sexuales.

Seguro me acusarán de feminista que arruina el arte, pero no creo que estemos en el momento político mundial para involucrar al público de esta manera, sin advertencia de qué le espera. No hay ningún desdoblamiento de trama que la justifique. No es, tampoco, del arte incómodo, pero aleccionador.

Y por si esto fuera poco, también hay standup. En un show de origen y elenco español, el standupero es mexicano (Conde de Fabergat, según se me refiere). Todos los chistes son homófobos, clasistas y políticamente sesgados. Es un soliloquio que se burla de la pobreza y de los “pejechairos”. No agarra parejo. No habla del fanatismo político en todos los bandos. No habla de la soberbia de los ricos y del mal gusto de los pobres, o del mal gusto de ambos. No. Los “chistes” se cuentan a ritmo de ametralladora. Sin dejar que asienten, que encuentren su lugar… porque no tienen lugar. Es una mala rutina de stand up metida con calzador en una coreografía sin sentido, pero apolítica.

Sé que puedo estar sesgada por mi compulsión de descomponer mensajes, pero salí con la sensación de que este show es prueba clara de todo lo que está mal en el país y con nuestra política: la incapacidad para plantear narrativas, la falta de respeto al público, la estridencia como única forma de perturbar, el machismo, la homofobia y el clasismo, el comportamiento irracional que se motiva en las masas. Mucho maquillaje, mucho vestuario, nada de sustancia. Todo mal.

                                 *Especialista en discurso político.

                                              Directora de Discurseros SC.

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