De cuando los adolescentes descubrieron el discurso y lo conquistaron

De cuando los adolescentes descubrieron el discurso y lo conquistaron
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El 14 de febrero de este año, en Parkland, Florida, Nikolas Cruz asesinó a 17 de sus compañeros con un rifle AR-15 semiautomático. Al día siguiente, uno de los estudiantes sobrevivientes, Cameron Kasky, convocó a sus compañeros del club de teatro a formar un movimiento para exigir leyes más estrictas. A las pocas horas crearon el grupo de Facebook NeverAgain MSD y, a los tres días, tenían ya 35 mil seguidores.

A esas alturas, también ya habían dado discursos dignos de aplauso. Emma González, quien se convertiría en cara del movimiento, ya había denunciado magistralmente a los políticos que reciben dinero de la Asociación Nacional del Rifle y convocado a las “víctimas a ser el cambio que necesitamos ver”.

Mucho se ha especulado sobre el poder del movimiento y se les ha atribuido a las redes sociales. Pero lo cierto es que un buen instrumento de viralización no sirve de nada si no hay contenido para difundir. Como era de esperarse, yo creo que el superpoder de este movimiento son los discursos: cuidados, educados, entrenados, que los chicos han protagonizado.

Cuál no fue mi sorpresa cuando me enteré de que precisamente la preparatoria MSD es de las pocas en las que los chicos se entrenan en debate, discurso, oratoria y, claro, teatro. El combo perfecto, cuyo resultado son millones de personas marchando en las calles de Washington y el Congreso de Florida aprobando leyes más estrictas para la tenencia y uso de armas.

El 24 de marzo en la marcha, otra cara simbólica del movimiento, David Hoggs, dio un discurso de libro de texto. Recurriendo a los utensilios que el discurso aprovecha, pero el teatro obliga, comenzó colgando un precio en el micrófono, simbolizando cuánto dinero recibió Marco Rubio por la vida de cada estudiante en Florida. El discurso, lleno de técnicas literarias tiene un mensaje clarísimo: o legislan como pedimos o los sacamos a votos. “Hoy es el inicio de la primavera y mañana es el inicio de la democracia”. A todas y cada una de las condiciones que llevaron a este momento, después de enumerarlas, cerró diciendo “y a esto le decimos: ya no más”. El público, coreaba con él. En cada oración, un énfasis casi histriónico del “nosotros” que lo mismo convocaba aplausos que lágrimas. “Nos van a tratar de separar por condición sociodemográfica. Van tratar de separarnos por religión, raza, distrito electoral y clase. Van a fallar. Nosotros nos vamos a unir. Nos vamos a deshacer de esos servidores públicos que sólo sirven al lobby de armas y vamos a salvar vidas. Ustedes son esos héroes (…) podemos y vamos a cambiar el mundo”.

Otro ejemplo maravilloso fue la niña de once años (¡once!), Naomi Walders, que representaba a “las niñas afroamericanas cuyas historias no llegan a la primera página de cada periódico nacional, cuyas historias no abren el noticiaro en la noche”. Su discurso pedía, de múltiples formas, cada una más conmovedora y eficaz, una conexión con las víctimas a través de sus historias. Cerró citando a la escritora afroamericana Toni Morrison, que convoca a escribir el libro que quieres leer, si nadie más lo ha escrito: “Insto a cada uno de ustedes a que me ayuden a escribir la narrativa para este mundo, de tal forma que esas niñas y mujeres no sean olvidadas nunca”. Niñas de once años entendiendo el poder de sus referencias y hablando de narrativas del mundo… Se enchina la piel con esperanza.

Y, claro, el discurso emblema de ese día, nuevamente de Emma Gonzalez. Un discurso magistral, cuyo instrumento más poderoso es el silencio. Primero, cuando dejó de rellenar las frases en donde decía el nombre y que nunca más se preocuparían por esto o harían lo otro. Poco a poco, los dejó sin definición. Tal y tal, nunca más… “Jamie Pollack, nunca más…”. Nos tocó al público llenar los silencios con nuestra imaginación y al hacerlo, empatizar con ellos. A la mitad del discurso, Emma se queda en silencio. La tensión se percibe, pero nadie interrumpe. A los 6.20 minutos suena la alarma de su reloj. Ese tiempo le tomó al asesino terminar la masacre. Emma González logró, con un discurso en silencio, transmitirlo todo.

Qué esperanza que dan estos chicos. Ojalá sí cambien el mundo, como se lo han propuesto. Por lo pronto, han conquistado la palabra. Y ése es el primer paso.

*Especialista en Discurso Político.
Directora de Discurseros SC.

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