Del día que el Mijis empezó a hacer política como los de siempre

Del día que el Mijis empezó a hacer política como los de siempre
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“Nunca me he subido a un autobús”, dice el personaje de Winston Churchill en una de las escenas de la película Las horas más oscuras minutos antes de subirse al metro a preguntarle a sus electores qué piensan sobre claudicar o resistir a las fuerzas alemanas. La acción le sirve para encontrar un pulso de la política pública que le dictaba su intuición, pero no se publica al día siguiente en la prensa.

Esta secuencia llama mucho la atención en una época en la que nuestros políticos nos han acostumbrado a fotografiarse en el transporte público, llegando a trabajar en bicicleta, llevando su desayuno en un recipiente de plástico, buscando el aplauso por su extraordinario acto de cotidianidad.

En la era de la comunicación política asesorada, alguien les sugirió “verse reales”, “parecer normales”. “La gente quiere sentir que conoces sus problemas”, les dijeron. “Vende muy bien”, “sácate una selfie con una señora en el mercado”. Los convencieron de los miles de likes que vendrían en cascada y activaron al ejército de bots. Los egos de todos satisfechos. La relación representado- representante igual de fallida.

Y de pronto aparece una joya que ningún asesor podría haber fabricado: Pedro Carrizales, El Mijis. Hoy diputado local, en otra época “chavo banda”. Los tatuajes, su forma de hablar, la ropa. Todo parece y es real. Lleva casi dos décadas “reformado”, procurando segundas oportunidades para jóvenes pandilleros, para “chavos banda”. Denuncia la discriminación y se siente orgulloso de su identidad. Una parte fundamental de su discurso es la solicitud de que dejemos de estigmatizar a jóvenes como el que él fue. Pero El Mijis no se da cuenta de que ha caído en un juego narrativo difícil de sostener.

Su historia es ciertamente insuperable. No es otro político que de niño fue boleador. Es alguien que ha vivido de y en la violencia, y también para controlarla. No sorprende que la joven, pero intuitiva Editorial Dharma vaya a capturar su historia en un libro que saldrá a finales de año.

El Mijis cumple muchos propósitos. Nos hace sentir bien como sociedad. A quienes nos entusiasma su candidatura, nos permite vivir en la hipocresía de la compasión. Admiramos, por fin, a un “chavo banda”. Pero sólo al que va al Palacio Legislativo, al que da entrevistas, al que se ha reivindicado, al que, de hecho, ya no es “chavo banda”. Por eso es noticia que tome posesión vestido de jeans y playera que promete luchar por un México con igualdad. Nos gusta que enfatice las diferencias, porque nos hace sentir tolerantes, aunque no conozcamos a ningún otro que se parezca a él, aunque no entendamos de las segundas oportunidades de la justicia penal, aunque no estemos dispuestos a ir a una colonia violenta y acercarnos a su realidad, aunque no hagamos nada para transformarla. Nos gusta su historia porque se desarrolla en la nuestra.

Al mismo tiempo, El Mijis ha pisado zona de riesgo. Ya entendió que exacerbar sus orígenes es su mejor arma. Nos anuncia por Twitter que toma posesión en playera y jeans como “acto de solidaridad de este sector que históricamente han sido invisibilizados, excluidos y olvidados”. Me imagino que se refiere a los “chavos banda” y no a la gente de playera y jeans. Mil setecientos retweets, Siete mil quinientos likes. El Mijis ha entrado al circo. Teniendo la materia prima para ser natural, ser real, ser un vocero de realidades ajenas al poder, pareciera que está decidido a jugar el juego de la progresía de clase media. Él también ya nos quiere vender la idea de que usar la ropa que usa diario es un extraordinario acto de humildad, de realidad.

Espero que su gestión no siga ese rumbo. Que aproveche su experiencia y la use para servir, independientemente de cómo reaccionemos en redes sociales; independientemente de si vamos a aplaudir su noción de realidad; independientemente de nosotros, a quienes no nos debe su curul. Ojalá se dé cuenta pronto.

*Especialista en discurso político. Directora de Discurseros SC.

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