Todavía faltan tres días y ya estoy anticipando una catástrofe. Se acerca peligrosamente un día que, año con año, logra restarme otro pedacito de esperanza en la humanidad. Se anuncia con bombo y platillo, en carteles con tipografía cursiva y rosa. El día con los PEORES discursos del año está a la vuelta de la esquina: demos la bienvenida al Día Internacional de la Mujer.
Todos los años parece un replay del Día de la Marmota. Siempre es lo mismo. Me despierto y no tardo en ponerme de malas. En el noticiero o por whatsapp ya alguien me está felicitando “por ser mujer” (¿?). Los más educados en la materia, medio felicitan, pero reconocen, pero conmemoran.
Muchos se emocionan porque las mujeres somos hermosas (¿eh?) y trabajadoras (ah). Algunos, incluso, me han dado una flor o un chocolate, como si fuera una reedición de San Valentín.
Luego los debates interminables en Facebook, que si dónde está el día del hombre, que si no que queríamos igualdad, que si ya estuvo bueno de quejarnos tanto. Y mi momento favorito (not) del día: los discursos de los actos oficiales, en la oficina o en las noticias. Mi presidente, sus secretarios, mis senadores y diputados (todos esos plurales incluyen, lamentablemente, también al componente femenino), todos decepcionándome como sólo ellos destacan en hacerlo.
Por eso, este año decidí adelantármele a la frustración y tratar de evitarla. Me he dado a la tarea de integrar una breve guía para evitar los despropósitos anuales. Sé que la tentación es grande, pero por favor, orador querido, discursero respetado, evite tropezar, escuche estos consejos:
1.- No feliciten. No feliciten. No feliciten. No hay nada por qué felicitar. No hagan de un discurso que debe denunciar la discriminación uno que enaltezca la condición.
2.- No presenten un rosario de cifras que no le significan nada a nadie. Las hemos repetido tanto, que las hemos vaciado de significado. Traten de entenderlas. Traten de conocer la historia de una de las mujeres que los rodea y repítanla en público. Si son mujeres y “no han vivido nunca la discriminación” (really?), traten de entender de dónde viene la denuncia. Existe fundamento: se los juro.
3.- No caigan en estereotipos. No le hagan caso a la senadora que preside la Comisión de Igualdad de Género, cuando dice que “las mujeres mexicanas, lo que nos proponemos, lo logramos”, ni escuchen a mi presidente Peña, que, en 2015 dijo “aquello que más preocupa a las mujeres en general, es, precisamente, sus hogares y sus hijos”. No es cierto. No es cierto para todas las mujeres. No insistan.
4.- No citen las leyes para presumir avances. La “igualdad sustantiva” (Raúl Cervantes dixit siempre que habla del tema) está muy bien en la Constitución, pero mientras yo no pueda caminar por la calle con una falda, sin que eso legitime el acoso sexual, me sirve de muy poco y francamente no revela igualdad alguna en ningún ámbito de desarrollo.
5.- Traten de no ser cursis. Las mujeres podemos ser más sensibles que los hombres. O no. De verdad, no hace falta adornar el lenguaje con imágenes de flores, mariposas y corazones. Y aquí cito a la senadora Yolanda de la Torre que en la ceremonia de entrega del Premio Elvia Carrillo del año pasado exhortaba a la condecorada diciendo que “nuestras madres, mujeres como tú, son seres de luz que iluminan nuestra vida y nos orientan en el devenir en el mundo entero”. ¿Seres de luz? No.
6.- No propongan soluciones a la discriminación si nos las van a enjaretar a las mujeres. No es cierto- cito otra vez a mi presidente- que “juntos, mujeres y hombres, tenemos que ser parte de este cambio para bien de nuestro país”. Perdón, pero ni la violencia de género, ni las prácticas de exclusión son algo que tengamos que trabajar “todos juntos”.
Y, finalmente:
7.- Por favor, no finjan. No nos hablen de lo convencidos que están de la igualdad de género, si en sus gabinetes no ocupan puestos relevantes más de 3 mujeres y si no organizan eventos en donde las conferencistas sean mujeres, si sus paneles no son plurales. ¿Qué tal que predicamos con ejemplo y consistencia? En fin, espero les (nos) sea de utilidad. Quedo de ustedes…