Disfrutar el sexo es cosa de ricos

Disfrutar el sexo es cosa de ricos

Ya sabíamos que Omar Fayad era un misógino. Ya lo habíamos escuchado en entrevista hablar sobre cómo “dejaba trabajar” a su mujer. Porque, no lo olvidemos, para el gobernador, a las mujeres se les deja trabajar.

Esta semana nos recordó su perspectiva de género cuando, en un acto de entrega simbólica de estufas a 10 mujeres indígenas – evidentemente se entiende que las beneficiarias de estufas sean mujeres- les recomendó “que ya duerman con ropa; la que menos tiene, tiene tres, por eso se acaban las estufas, ya les dije que duerman con ropa, porque producen mucho chamaco”.

La organización GIRE inmediatamente lo acusó de misoginia por responsabilizar sólo a las mujeres de la planificación familiar. La CNDH lo exhortó a que las “actividades que realice en ejercicio de sus funciones, se lleven a cabo con pleno respeto a los derechos humanos de la población en general y en particular, de la indígena” y abundó en que “el derecho a la reproducción y a elegir el número de hijos se encuentra tutelado por” la Constitución.

En redes sociales pronto surgió la indignación y algunos usuarios hicieron una analogía entre sus declaraciones y los delirios coloniales que sobreviven en nuestros días, y que procuran poder determinar cuántos hijos “deben” tener los indígenas. Una apreciación que trata a los indígenas, a las personas de bajos recursos, como seres irracionales que no pueden o no saben decidir cuántos hijos tener y cuándo.

Las declaraciones de Fayad nos recuerdan eso. Pero son aún más ofensivas. Para el gobernador la solución es “tapar” a las mujeres; las mujeres, ese objeto sexual del hombre; el objeto que no puede develarse porque no hay opción más que relacionarse sexualmente con él. Pareciera que hay implícita la acusación de que los indígenas prácticamente se comportan como animales y no pueden ver la oportunidad de sexo- que sólo la desnudez y necesariamente la desnudez evocan-, sin realizarlo.

Valga decir que el gobernador Fayad, en su foto familiar, que gusta de mandar anualmente como regalo navideño, ostenta precisamente a tres “chamacos”; esos tres que en una familia indígena son “demasiados”. Él sí puede tener tres hijos sin que represente un problema. En su casa no se acaban la estufa por cocinar para cinco en vez de para menos. O no importa, porque ellos sí pueden sustituirla.

Pero valga también decir que, para el gobernador, la solución para no tener “chamacos” es no tener sexo y la ropa es el método anticonceptivo perfecto. Si parafraseamos, queda claro que, según el gobernador, los indígenas no tienen derecho a disfrutar de vida sexual – porque no deberían tener muchos hijos-.

En lo personal me parece hasta más grave que, con sus dichos, Fayad quiera determinar quién tiene derecho a una vida sexual plena y quién no, que el que quiera incidir en el derecho a decidir sobre el número de hijos que quieran tener. Porque se necesita ser muy conservador para pensar que la actividad sexual de cualquier persona tiene como objetivo principal la procreación.

En su intento de disculpa, el gobernador explicó que “en su gobierno los indígenas van primero” y que “así iban a estar calientitas y además les dije durmieran con ropa, una, para el frío y, dos, para que ya no tengan tantos chamacos y que se sumaran a la campaña de prevención de embarazo responsable”. Es decir, en su intento de disculpa, Fayad no sólo mostró una elocuencia digna de Cantinflas para insistir en sus declaraciones, sino que las agravó en implícito reconocimiento de que ni siquiera sabe por qué sus declaraciones reclamaban una disculpa.

Finalmente, el gobernador recalcó que sus palabras fueron de manera coloquial- porque evidentemente lo ofensivo de sus palabras radica en su falta de formalidad- “y creo que estamos perdiendo el sentido del humor, porque a veces para usar políticamente las cosas perdemos el sentido del humor”. Y pues ya, uno no sabe ni por dónde empezar a explicarle que de verdad no entiende que no entiende.

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