El gobierno ni ve, ni oye a Javier Valdez

El gobierno ni ve, ni oye a Javier Valdez
';

Debo confesar que lamentablemente conocí a Javier Valdez apenas esta semana. La reacción de sus amigos y colegas periodistas a su muerte, llamó mi atención. No parecía una muerte más; otra muerte de ésas que pasan en nuestro país todos los días, a las que hemos dejado de ponerles atención. La muerte de Javier conmovió y conmocionó. No era sólo el duelo tangible, el dolor que arrastraban los textos que lo describían como un hombre valiente y sensible. Había algo más. Había en el ambiente una sensación de miedo y desazón que parecía expresar que “si lo mataron a él, ahora sí pueden matar a cualquiera”. Algo grave habría descubierto que lo mataron después de tantos años de saber sobrevivir.

Algunos medios anunciaron un día de silencio. Un día sin periodistas. La muerte de Javier convocaba una acción coordinada, una exigencia contundente al gobierno. La situación es insostenible.

En la Residencia Oficial de los Pinos rápidamente organizaron una mesota de “soluciones”. Una mesa como la que armaron en enero con empresarios y líderes sindicales de relojes carísimos para anunciar sus “acciones para fortalecer la economía” (mismas que claramente están sirviendo una barbaridad).

Esta vez organizaron una mesota de autoridades y convocaron a los reporteros para anunciar “acciones para (¿garantizar?) la libertad de expresión y para la protección de periodistas y defensores (¿de derechos humanos?)”. Armaron, como siempre, un evento para salir del paso.

¿Los discursos? Los de siempre con este gabinete: insustanciales, insulsos, inofensivos. Miguel Ángel Osorio Chong con la sensibilidad que normalmente lo desborda, empezó presumiendo el mecanismo de protección que ya está en marcha porque… Pues, ¿por qué no? Luego le puso play a su discurso de siempre: la corresponsabilidad, la coordinación. Ya saben, esa coordinación que en 2012 iba a acabar con la violencia, pero que hoy sigue sin concretarse.

Luego intervino el señor Procurador Cervantes Andrade a quien ni los siete meses que lleva en el cargo le han hecho ver que la Constitución dice muchas cosas que luego la realidad no refleja en lo absoluto. Pero bueno, como es su costumbre, habló de la Constitución y cómo ahí clarito dice que es una responsabilidad com-par-ti-da entre la Federación y las autoridades de las entidades federativas “para investigar y sancionar este tipo de agresiones”. Nadie menciona a Javier, pero es como un elefante blanco en el cuarto. “Este tipo de agresiones”, ¿cuál tipo? Pues la muerte de Javier Valdez, que nos convoca, pero de la que no vamos a hablar en específico.

Luego Mancera (zzzzz). Finalmente, nuestro Presidente. “Entiendo su indignación”, declara. No la comparte, pero mínimo la entiende. “El Gobierno de la República expresa su más enérgica condena por estos lamentables sucesos que lastiman a México y que han generado una gran indignación”, indignación, indignación, indignación. ¿Sabrá el gobierno que cuando el gobierno de una República condena algo, no debería ser una metáfora? Es una condena, una condena de verdad, una condena que implica un castigo.

El Presidente Peña no hace, tampoco, ninguna mención a la muerte de Javier Valdez. Expresó sus condolencias a los “familiares, amigos y compañeros de las víctimas”. Las víctimas, en plural, pero anónimas. Luego una lista de obviedades sobre la libertad de expresión y su función en la democracia. Finalmente, una lista de acciones que lo mismo podrían ser una receta para hacer enchiladas. Fortalecer las capacidades, mejorar la coordinación, fiscalías especializadas en todos los estados. Nada útil. Nada inmediato. Nada que haya podido evitar la muerte de Javier.

El evento estuvo cerrado a preguntas de los reporteros (como hizo notar @juleneiriarte), en una prueba irrefutable de que la libertad de expresión y el ejercicio de la actividad periodística es una prioridad para este gobierno. En fin, todo mal.

Terminando el evento busco entrevistas de Javier. Y ahí está el discurso que nuestras autoridades no dieron. En boca de un hombre dulce, sensato, entregado y franco, una exigencia de acciones concretas de la autoridad. En primer lugar, una autoridad limpia, en la que se pueda confiar, a la que puedan acudir los periodistas (y la ciudadanía) para denunciar las amenazas. Una policía que no trabaje para el narco. Un Ejército y una Marina que vuelvan a ser ejemplo de probidad. La persecución de narcopolíticos y de los banqueros coludidos. Sigan el dinero, insiste Javier una y otra vez. Nadie lo escucha, ni siquiera muerto.

¿Qué discurso debieron escribirle al Presidente? Uno que hablara de la vida de ese hombre que no se conformaba con contar a los muertos, sino que buscaba contar la vida y  los sueños de los muertos. Un discurso que reflejara que por lo menos la vida de Javier valía un minuto de su atención. Ahí está, grabado en vida, explicando las razones por las que moriría. En el gobierno, ni lo ven, ni lo oyen. Qué tristeza…

Artículos relacionados
Leave a Reply

Your email address will not be published.Required fields are marked *