El Tec de Monterrey cumple 75 años y su Escuela de Gobierno y Transformación Pública ya suma 15. Como parte de las festividades conmemorativas, organizó una serie de eventos que incluyeron una conferencia del General David Petraeus, tanto en la Ciudad de México, como en Monterrey.
El general Petraeus es uno de esos políticos que en Estados Unidos parecen darse en los árboles. Personajes que hacen política en cada palabra, pero que han pulido tanto sus formas, que a uno parece olvidársele entre el permanente ir y venir de las bromas a la solemnidad.
Durante la hora que habló, sólo respondió una pregunta sobre liderazgo, pero toda la conferencia fue una lección en la materia. Poco a poco desdobló su idea de liderazgo, del servicio público, de la trascendencia de la responsabilidad. Temas relevantes para quienes nos ocupamos de lo público y cuestionamientos fundamentales, creo yo, en la renovación de liderazgos que la transición necesariamente implica e implicará. Algunos apuntes:
—Un líder tiene diferentes facetas, que tienen que ver con la circunstancia que enfrenta, pero también con las necesidades individuales de quienes lidera. El líder tiene que ser capaz de identificar qué tipo de motivación requiere cada uno de quienes lo siguen. No todos los días, no con todas las personas, debe ejercerse el mismo tipo de liderazgo. Sin decirlo, lo que se insinúa es que un líder debe ser empático: reconocerse en el otro y entablar el puente que le permita al otro reconocerse en él.
—Un líder reaprende constantemente, porque, según Petraeus, el que más rápido aprende, tiene más oportunidades de ganar. El General hizo una reflexión interesante sobre el papel del conocimiento y del aprendizaje en la toma de decisiones públicas. Salir de la zona de confort intelectual, sugería una y otra vez. Por un lado, porque la responsabilidad pública exige conocer de los temas que se enfrentan y, en segundo lugar, porque los liderazgos reales tienen que confrontarse a la crítica, confiar en que otra gente puede detectar sus errores y plantear soluciones geniales. Un líder, por lo tanto, debe ser responsable, pero primero debe reconocer su falibilidad.
—Un líder aprende de la historia. “Me gusta leer biografías”, confiesa Petraeus. “Pero no sólo de los olímpicos”, no sólo de los grandes héroes nacionales, “sino también de los generales, de quienes han estado en situaciones como las que yo enfrento”, dice con humildad el General. Porque la historia es importante y no podemos reescribirla por decreto. Para poder transformarla, debemos conocerla. Pero no sólo desde el punto de vista de los procesos nacionales; no en los grandes agregados, sino en las reflexiones detalladas del trayecto individual. La introspección ajena como lección de humanidad, de historia y de perspectiva.
—Un líder es parte de algo que lo trasciende. “Cualquier persona puede estar llamada a algo extraordinario en cualquier día… y hay que estar preparados”, parece ser la filosofía de vida del General. La vocación que exigimos al servidor público, pero que realmente podemos compartir todos. La idea de que todos somos importantes y podemos ser determinantes. Todos queremos “trabajar en algo que sea más importante que nosotros mismos, con gente que piensa lo mismo, en algo que es importante para tu país”, dice Petraeus.
Y esto, creo yo, lo resume. Un hombre que entiende la importancia del individuo en el quehacer colectivo y de lo colectivo en la motivación individual. Un hombre que entiende que el liderazgo se ejerce horizontalmente. Un hombre que aprende de sus antecesores, de sus ídolos y de sus tropas; que aprende constantemente. Un hombre ocupado por transformar realidades dolorosas, cuidadoso en sus juicios, preciso en su análisis. Un líder como los que nos hacen falta y como, según lo que podemos desprender de la conferencia, todos podríamos llegar a ser. Ojalá se animen varios, que el país los necesita.
*Especialista en discurso político. Directora de Discurseros SC