Malditas feminazis

Malditas feminazis
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Esta semana el escándalo en Twitter fue la felicitación de Gatorade a la clavadista Paola Espinosa por el nacimiento de su bebé. “Paola, felicidades por obtener la medalla más grande de todas: ser mamá”, decía el mensaje. En la larguísima discusión pública que siguió, los apologistas de Gatorade decían que la misma Paola se había referido a Ivana, su bebé, como su “medalla más grande”. Quienes pensamos que fue un mensaje que insiste en estereotipos machistas, decíamos que eso no le quitaba lo machista a la felicitación, sobre todo porque la marca no citaba a la deportista, sino que la emitía como juicio propio.

A los pocos minutos y en el borde de convertirse en una crisis de comunicación, Paola salió a dar apoyo a sus patrocinadores (sabrá Dios si voluntariamente): “Gracias, Gatorade por valorarme siempre como deportista en toda mi trayectoria y como mujer y SÍ mi medalla más grande ser mamá”.

No me quiero referir a este debate en términos de ninguno de estos dos tuits porque creo que suficiente se ha dicho, pero sí quiero entender el tono de la discusión que generaron. En primer lugar, me llama mucho la atención por qué, cuando hay este tipo de situaciones, hay una horda que sale inmediatamente con cosas del estilo de: “Dejen de ladrar feminazis (…) si ustedes no quieren o no pueden es su pedo”, porque me parece obvio que insinuar que están ladrando es descalificar completamente su demanda y deslizar el “no pueden” es, parece, una forma de ofender, evidenciando precisamente el discurso contra el cual nace la queja feminista; “Si eres mujer y no le ves nada de malo al mensaje (…) no te preocupes, no estás pendeja como las feminazis”, ¿pendejas? Va; “Los hombres defendiendo a Paola Espinosa (una mujer) frente a las feminazis (mujeres también). Sin duda estamos a años luz de las viejas”, estehhhh… No. Nadie atacaba a Paola y… ¿ya viste tu conclusión, compadre?; etcétera.

Ante esta virulencia me quedo perpleja. ¿Por qué genera tanta furia la indignación de (algunas) feministas? ¿Por qué nos tienen que decir que ésas son tonterías de las que no debemos indignarnos? ¿Por qué les causa tanto pesar el feminismo? En serio, si les parecen tonterías, ¿por qué se enojan tanto?

Y lo peor vino después, con el tuit de Paola. Cito algunos ejemplos:

—“Doña Paola Espinosa dando la zasca del año a las asquerosas feminazis”.

—“Periodicazo en el hocico, en su jeta pinches locas feminazis”.

—“¿Quién ganará? ¿Todas las feminazis quejumbrosas de Twitter o un tweet de Paola Espinosa?”.

Asquerosas, hocico, pinches locas, quejumbrosas. Y así. Me dan ganas de rendirme. Ese odio desbocado contra el feminismo. La ridiculización al término feminazi. Las insinuaciones de que somos idiotas, pendejas, histéricas, infértiles, insatisfechas en el plano sexual… ¿de verdad no ven el fondo profundamente machista que tiene ese discurso? ¿No ven que sus tuits nos dan la razón?

¿Por qué les genera tanto placer cuando sienten que se derrumba una causa feminista? ¿Qué tanto les molesta que avance? De verdad, quiero entender cómo justifican su aversión a que conquistemos espacios, pequeñas batallas. Me llama sobre todo la atención ver mensajes que celebraban el “tapón de boca” en perfiles de hombres que considero liberales e, incluso, aliados. Me llama la atención, aún más, verlo en perfiles de mujeres.

Yo siempre digo que, una vez que adquieres conciencia de género, es muy difícil desactivarla. Es como cuando quieres comprar un coche rojo y de repente los ves por todos lados. Pero es cierto también que cada vez me cuesta más trabajo entender a alguien que se burla del feminismo. ¿Cuál es la burla?

Esta semana leí un artículo (es un decir) que argumentaba (es un decir) que el feminismo no está ganando la batalla cultural, a diferencia de las causas homosexuales, porque las feministas no habíamos generado compasión. El enardecimiento por tonterías le había quitado legitimidad a nuestra causa. Yo creo que este hombre no está viendo varias cosas. En primera, que hay países del mundo en los que el feminismo sí está ganando la batalla cultural. Véase el caso de la prohibición de estereotipos de género en la publicidad del Reino Unido. En segunda, es cierto, las feministas no podemos generar compasión… en hombres que son profundamente misóginos. Porque les enoja nuestra queja, los irrita nuestra demanda. Para este autor, los homosexuales no son una amenaza, pero parece que las mujeres sí. ¿No será que por eso no le genera compasión la vida de una mujer que no puede elegir su lugar en la sociedad, sus gustos, su profesión, cómo dividir su tiempo, cómo vestirse, que tiene que aceptar coqueteos no solicitados, que no puede ejercer su libertad, que está sometida a calificativos como los arriba citados todo el tiempo?

En fin. Yo creo que mientras siga generando esta virulencia, el feminismo demuestra su importancia. Ojalá algún día ganemos la batalla cultural. Ojalá algún día alguno de esos anti “feminazis” reconozca que discriminar a un género en su conjunto es éticamente inaceptable. Ojalá. Pero por lo pronto, aunque sea tan desgastante, no se vale rendirse.

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