Margarita bajo la lupa

Margarita bajo la lupa
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Margarita ha renunciado a seguir en la contienda presidencial y ahora resulta que todos están viendo a “la mejor Margarita”. Resulta que siempre sí es carismática, insolente, simpática; resulta que, ahora que ya no pide votos, podemos apreciar a una mujer congruente, tesonuda, inteligente, decente.

“Pero qué maravilla la Margarita tan genuina”, dicen los analistas. Empiezan a salir perfiles reconociendo su cercanía humana, su don de gentes. No es una snob, parecen sorprenderse, como si alguna vez lo hubiera sido. Y no, no tiene percha de estadista, afirman, pero vaya, sí que tiene experiencia en política, de la de la oposición, de la de la calle de antes.

También vienen los cuestionamientos a la decisión. “¿Es valiente reconocer la realidad?”, cuestionan, olvidando, al parecer, que el puntero de esta contienda hizo un acto de autoproclamación como “presidente legítimo” cuando no pudo reconocer la derrota en 2006 y que, desde entonces, no ha impulsado un solo cambio legislativo en el sentido del proyecto de igualdad y justicia social que dice enarbolar.

“¿Pero saben quién no hubiera renunciado?: Marichuy”, dicen los tuiteros, como si Marichuy hubiera reunido las firmas válidas que sí reunió Margarita.

“¿Pero y el financiamiento desperdiciado?”, se acongojan los periodistas a los que les ha sido absolutamente indiferente cada uno de los actos de corrupción y despilfarro de este sexenio; a quienes tiene despreocupados que Meade o Anaya gasten en spots o en hackatones que quién sabe si van a servir de algo.

“Pero, ¿qué le dice a las mujeres?”, la interpelan, como si alguna vez le hubieran concedido representación femenina; como si hubieran reconocido que la primera candidatura independiente a la Presidencia de la República registrada en este país, estuvo encabezada por una mujer. Porque bien lo sabemos, en México ninguna mujer conservadora puede representar legítimamente a las mujeres. El techo de cristal sólo se rompe si defiendes los valores progresistas; el ejemplo se trata como poca cosa, aunque sea tan difícil de personificar.

Veo a Margarita y sé que yo también la juzgué con otra vara que a los hombres.

Cuando en el debate sus movimientos eran torpes y su articulación limitada, me burlé, cuando el mismo comportamiento en López Obrador apenas me irritó.

La veo en la mesa de Tercer Grado, con una tristeza evidente, pero con una fuerza que me sorprende. Pienso en la contención que se necesita para plantarse frente a un grupo de periodistas que lo único que quieren saber es a quién va a apoyar ahora que ya (¡por fin!) aceptó que no va a ganar; periodistas que no se preocupan por lo que le gustaría dejar en la mesa; por las condiciones (que ella denuncia) que impidieron que, después de haber sido puntera, se mantuviera competitiva.

Admiro la fuerza que demuestra Margarita Zavala al enfrentar a quienes van a pensar que tuvieron razón en minimizar su candidatura, a quienes le pidieron que se bajara; cuando es evidente que le duele haberle fallado a un equipo entusiasta, al que reconoce una y otra vez, haber fallado, ¿haberse fallado?

No debe ser fácil saber que al día siguiente se burlarán con memes de un sueño que en algún momento pareció posible. No debe ser fácil enfrentar la derrota sin lágrimas y con esperanza.

Margarita pide que hagamos un cuestionamiento general al sistema de partidos y a la segunda vuelta. Dice que lo más difícil fue el tema de ser una mujer en la contienda. Y le creo. Es complejo.

Por un lado pedimos una candidata que no sude, que no se despeine, que no se arremangue la camisa porque no queremos una “fodonga”, todas actitudes que celebraríamos como pasión y entrega en candidatos hombres. Queremos una mujer fuerte, pero compasiva. Que sea voz de autoridad, pero que no incomode con su fuerza.

Le pedimos una agenda de mujeres, una responsabilidad con las mujeres, que no les pedimos a los hombres. Le pedimos tesón y fuerza. Le pedimos belleza y simpatía, agilidad de mente y resolución. Le pedimos experiencia y, ahora, además, le pedimos que se disculpe, que asuma que siempre debió saber que iba a perder; que se vaya a otro lado y deje nuestro proceso electoral en paz. Pero nada de esto les pedimos a los hombres. Tal vez es momento de empezar a pedirles algunas cosas.

  *Especialista en discurso político.

                            Directora de Discurseros SC.

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