Tengo entendido que el Presidente Enrique Peña Nieto tiene un nutrido grupo de discurseros; incluso, que quien hoy es su Jefe de Oficina, ha hecho las veces de discursero estrella. Sé que el Presidente tiene un vocero y me imagino (me quiero imaginar) que medidas (Peña insiste en que son medidas, no decisiones) como el “gasolinazo” pasan por varias mesas de discusión para plantear razones, rebotar contraargumentos, designar voceros, definir una ruta estratégica y una línea de comunicación.
Por eso es que el mensaje emitido en cadena nacional el 5 de enero me sorprende tanto. Sorprende la fecha, que viene después de implementar la medida y después del simulacro de explicación que Peña dio al cierre de la conferencia de prensa en donde anunció el regreso del Dr. Videgaray (insisto en eso de doctor porque es maravilloso que los hombres merezcan grado y apellido, y las mujeres sean Claudia o hasta “Maraki”).
El núcleo del discurso fue el que cualquier libro de texto sugeriría. Explicar la medida, qué hubiera pasado si no se tomaba, cuáles son las medidas de mitigación y definir el horizonte temporal de los efectos. Ésta última se les pasó, pero se las concedemos.
Sin embargo, cualquiera que haya hecho un discurso en su vida (es más, cualquiera que lo haya escuchado) sabe que, independientemente del mensaje, no hay discurso efectivo que falle en el orador o en el tono. Javier Duarte no sería un buen voceror para hablar de probidad y en un funeral no se habla de esperanza, por ejemplo.
Pero parece que en los Pinos no les ha llegado el memo. El Presidente abrió su discurso refiriendo a la “molestia” y al “enojo” de la ciudadanía. No, señor Presidente, la gente no sólo está molesta o enojada; la gente está preocupada, porque viven con un ingreso mensual que cualquiera de sus secretarios se gasta en una comida. La gente está decepcionada de un gobierno que prometió una cosa y entrega otra. La gente está dolida con un gobierno -con tantos gobiernos- que no son empáticos, ni solidarios.
Luego empezó su justificación. Primero que nada, a mí no me esculquen, este resultado no es culpa de la Reforma Energética. Pues, puede ser, señor Presidente, pero lo cierto es que usted vendió esa reforma justamente como el mecanismo para que bajaran los precios de la gasolina (y del gas y la luz, ya entrados en gastos).
Resulta que el elevado precio del petróleo es el culpable del incremento en los precios de la gasolina. Pero, oh sorpresa, la página de la Secretaría de Economía tiene una gráfica hermosa de la evolución histórica de esos precios y, ¿qué creen?, hemos tenido precios del petróleo mucho más altos y, contrario a lo que ocurre ahora, eran épocas de bonanza y dispendio. Y no estoy diciendo que el argumento sea falso. Lo que estoy apuntando es que está tan mal comunicado que no hace sentido alguno.
Después, para darnos dimensión de la alternativa, el presidente enumeró a qué correspondía el subsidio a la gasolina. Muy bien, pero quiero yo recordarle la casa de su esposa, y los helicópteros en los que se mueven sus secretarios y los cientos de personas que innecesariamente se lleva a cada gira y los aguinaldos de tres meses de los legisladores y, y, y… Y, sí, puede que con eso no alcance, pero empecemos por quitarnos la imagen de gasto oprobioso porque, resulta, señor Presidente, que la gente hoy cree que frenar el Seguro Popular no era la única alternativa.
El otro gran reto, dice Peña, es Trump, que, déjeme le explico, es precisamente la razón por la que no puede hablar de “dignidad inquebrantable” en la relación bilateral, ni de “sentimientos de amistad”, ni de “unidad nacional”; porque haberlo recibido con bombo y platillo lo descalifica para todo ello. Finalmente, Peña prometió que va a defender los intereses de nuestro país, cuando, horas antes, mientras la Cancillería, se “lamentaba” como siempre, fue Toyota quien salió a explicarle a Trump que no dejarían de invertir en México.
Por si fuera poco, Enrique Ochoa cumplió su amenaza de coordinar la estrategia de comunicación partido-gobierno. Ya tiene un spot en donde hace un llamado a “dejar de lado nuestras diferencias, a jalar juntos, compartiendo buenas ideas y echados para adelante”. Y se me ocurre, ¿será que tienen Asperger emocional? Es pregunta.